La celebración de este día lo comenzó en 2005 en Australia con la tejedora Danielle Landes. Se inició como una simple reunión de tejedoras para que podrían aprender y disfrutar cada una de las otras; actualmente se celebra en numerosos países, incluido el nuestro. Es un día que reúne a grupos de tejedoras en actividades colectivas de tejidos en espacios públicos.
El tejido ha estado por milenios relacionado con la mujer. Desde la época precolombina en los pueblos originarios de América Latina el arte del tejido fue relevante; no solo fue su necesidad para cubrir el cuerpo dando identidad a cada ser, etnia o grupo social, sino para delimitar espacios como en techos, puertas y pisos, para envolver a los muertos, para denotar rango, como moneda, premio, tributo , ofrenda, dote matrimonial, como trueque, como cama para dormir.
La belleza de los textiles de Latinoamérica y el Caribe fue valorada por los conquistadores, quienes admirando su calidad, enviaron muestras a la corte española como regalo de gran estimación.
Hoy se rinde tributo a un oficio artesanal y milenario. Es que, en honor a todas las trabajadoras que a pura destreza crean piezas de indumentaria únicas, se celebra en todo el país el “Día de la Tejedora”.
Así, bufandas, chalecos, pulóveres y sacones con una impronta artesanal están marcando creativamente la tendencia de volver a los puntos que hacía la abuela para confeccionar ropa abrigada y confortable, pero también elegante.
El auge de la actividad
Como se nota desde hace varias temporadas, la actividad recobró un importante auge en el que ya no se teje solo para la familia o para uso propio, sino que se da también como una forma de encarar nuevos microemprendimientos.
Talleres de tejido, cursos de telar e incluso jornadas solidarias, reúnen cada invierno a mujeres de todas las edades que, lana en mano, se reencuentran con una actividad que muchas veces como “una buena y productiva terapia”.
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