Cáncer de ovario: un nuevo tratamiento abre expectativas para los pacientes

El cáncer de ovario continúa siendo uno de los tumores ginecológicos más complejos en Argentina y en el mundo. Cada año se registran cerca de 2.200 nuevos casos en el país y alrededor del 70 % de las pacientes llega a la consulta en etapas avanzadas, cuando la enfermedad ya se diseminó y las posibilidades de tratamiento curativo se reducen de manera significativa.

La falta de métodos eficaces de detección temprana y la presencia de síntomas iniciales poco específicos —como distensión abdominal persistente, molestias digestivas o dolor pélvico— suelen retrasar el diagnóstico. Por eso, especialistas remarcan la importancia de la concientización, los controles médicos periódicos y la consulta temprana ante señales de alarma.

En las últimas décadas, el tratamiento se basó principalmente en cirugía y quimioterapia. Sin embargo, muchas pacientes presentan recaídas y desarrollan resistencia a los esquemas tradicionales, especialmente a la quimioterapia con platino. En este contexto, un avance reciente generó expectativas: la incorporación de una nueva terapia dirigida, indicada para casos avanzados resistentes, que actúa de manera selectiva sobre las células tumorales y permite mejorar el control de la enfermedad con menor impacto sobre tejidos sanos.

Según destacaron especialistas, este enfoque se apoya en el estudio de biomarcadores y en el perfil molecular del tumor, lo que permite avanzar hacia tratamientos personalizados. Estudios clínicos internacionales demostraron mejoras en la sobrevida frente a los esquemas convencionales, lo que representa una noticia alentadora tras años sin innovaciones relevantes para este grupo de pacientes.

No obstante, los expertos advierten que persisten desafíos vinculados al acceso equitativo al diagnóstico molecular, a terapias de última generación y a centros especializados. Además, subrayan la necesidad de un abordaje integral que incluya acompañamiento psicológico, apoyo social y cuidados orientados a mejorar la calidad de vida.

El escenario actual abre una etapa de mayor esperanza para una enfermedad históricamente relegada en términos de innovación, y refuerza la importancia de la información, la detección oportuna y el acceso a tratamientos adecuados.